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14 Jul 2004: de la tierra al cielo en Sputnik

(This is a reprint of the original post)

Están a punto de cumplirse 35 años del desembarco del Apolo 11 en la superficie de la Luna. Esta efeméride me sirve de excusa para convertir mi entrada de hoy en el diario en un capítulo de mis memorias. Yo no había nacido aquel día, de hecho, lo que voy a relatar sucedió bastante después, al final de los años ochenta y principios de los noventa.

Seguro que para casi todos los que leen este diario resultará una novedad, pero yo siempre he sido un gran aficionado a la Astronáutica. Bueno, he de reconocer que lo era mucho más antes que ahora, porque ahora me encuentro más ocupado con otros aspectos de mi vida y con otras aficiones. Yo me sentía fascinado por el mundo de las naves espaciales y los astronautas, como me imagino que también lo estaban muchos otros niños. Por si hay alguien despistado, quiero aclarar antes de nada que la Astronáutica está relacionada con la construcción de vehículos espaciales. No debe confundirse con la Astronomía y muchísimo menos con la Astrología.

A finales de la década de los 80, en medio de la EGB, mi mejor amigo se llamaba Miguel. Felizmente, todavía conservamos nuestra amistad, aunque ya no nos vemos tan frecuentemente como lo hacíamos cuando éramos compañeros de clase. Miguel fue el que me contagió su entusiasmo por la Astronáutica. Durante unos años, nos dedicábamos a devorar cualquier texto que encontrásemos en los libros, especialmente en las enciclopedias. Nuestro afán era recopilarlos y juntarlos. Recuerdo haberle dicho a mi familia que queríamos publicar un libro. Aquella actividad tiene mucho que ver con mi vocación posterior hacia la informática, aunque ese asunto queda aparcado para otro día. Muchas cosas me quedan aún de aquellos días. Por ejemplo, mi soltura con el teclado (nada despreciable para un niño de 11 años), mis primeros conocimientos de dibujo técnico (aunque luego la profesora de Dibujo Técnico de COU no los apreciara tanto) y sin duda, una soltura con las enciclopedias que debí perder en algún momento, porque hoy en día tengo que concentrarme para recordar la ordenación alfabética.

Hasta 1990, Miguel y yo vivíamos en el mismo barrio de Oviedo, así que compartíamos muchas tardes aprendiendo e investigando juntos. A partir de esas fechas, yo me mudé fuera de Oviedo, y nuestros contactos se hicieron más esporádicos. No obstante, yo encontré más amigos con cierto interés en el asunto, y establecimos un embrión de asociación que llamamos, de forma poco ingeniosa, "Grupo D&M". A él llegaron a pertenecer unas 20 personas, todas ellas compañeros del colegio o amigos.

Mientras tanto, yo seguía devorando la sección "Cuenta atrás" de la revista Tribuna de Astronomía. Eran sólo dos páginas de cada número, pero era la única que trataba monográficamente de la Astronáutica (salvo algún artículo más amplio, pero excepcional). Aquella sección estaba escrita por Manuel Montes, que con la llegada de Internet, se pasó al mundo digital, y ahora publica un jugosísimo boletín. También mantenía contactos con algunos aficionados de Gijón y de Madrid.

Entonces decidí dar un paso más, y escribí cartas a diversos centros de las agencias espaciales españolas, europeas y norteamericanas. En Enero de 1992, sin haber cumplido aún 13 años, empecé a enviar cartas a la NASA, a la ESA y al INTA, entre otras organizaciones. Y soprendentemente, en todas las ocasiones contestaron (algunas muestras: una, dos, tres y cuatro), enviando grandes cantidades de información, fotografías, libros, etc. Está claro que estas agencias cuidan mucho su departamento de relaciones públicas. La ESA, por ejemplo, sigue enviándome de forma gratuita un magazine periódico.

Animado por estos contactos, emprendí un nuevo proyecto: la publicación de una revista. Con la colaboración de algunos amigos del Grupo D&M, me convertí en editor y principal redactor de "Sputnik". La gente de la Casa de la Cultura de Lugones prestó una ayuda inestimable, pues se encargaron de los aspectos legales (como el depósito legal) y de las multicopias.

El primer número salió en Enero de 1993. No recuerdo bien su tirada, pero debió rondar el medio centenar de copias, con un precio simbólico y virtual, pues no se cobraba. Con una periodicidad titubeante, Sputnik llegó a publicar nueve números, el último de ellos en Marzo de 1994. Todos ellos tuvieron entre 20 y 24 páginas, y mantuvieron su carácter de revista juvenil de divulgación científica muy especializada, aunque en un par de ocasiones recurrió levemente al sensacionalismo. En "Sputnik" se podían encontrar artículos de opinión (bañados en ingenuidad juvenil), noticias de actualidad astronáutica (sacadas de medios de comunicación) y reportajes de enorme rigor en algunos casos, y más ligeros en otros.

Desde mi perspectiva actual de informático, no puedo evitar señalar que la edición de los números mejoró muy notablemente conforme yo aprendía. Los primeros números fueron hechos con un 286 de sólo 1 MB de memoria RAM, utilizando un procesador de textos genérico (WordPerfect para DOS). Los últimos números, ya con una maquetación mucho más elaborada, fueron compuestos con un programa específico para maquetación. Pero la copia maestra de todos ellos fue impresa usando una Epson LQ-200 de 24 agujas, que además tenía una especial capacidad para parar el carro pero seguir imprimiendo, con lo que producía páginas auténticamente perforadas, al más mínimo descuido. Conservo todo el material digital usado en la edición de las revistas, pero en formatos tan antiguos que mis intentos por recuperarlo de esta manera me han llevado a la conclusión de que es más fácil escanear los números impresos.

También, por desgracia, según fueron transcurriendo los números, fui teniendo que asumir más responsabilidades, hasta el punto que el último número publicado, el noveno (hubo un décimo, pero no llegó a las máquinas), prácticamente sólo contenía material escrito por mi. Así pues, "Sputnik" desapareció cuando yo ya había comenzado el instituto. Y mi afición por la astronáutica fue quedando marginada por mi creciente interés en la informática, si bien nunca olvidada.

Aquella experiencia con "Sputnik" me proporcionó muchas enseñanzas. Y también me valió mis primeras apariciones en los medios de comunicación. Recuerdo dos largas entrevistas radiofónicas en directo en la cadena COPE y en Radio Vetusta, y un artículo con foto en La Nueva España. Espero tener alguna ocasión para digitalizar ese material, aunque quizás mi vergüenza impida dar a conocer las grabaciones de un joven de 13 años hablando en público por primera vez en un programa de radio en directo. En cualquier caso, este tema queda abierto para una posterior entrada en mi diario.