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UML y viajes en el tiempo

(This is a reprint of the original post)

Últimamente solo escribo en el blog los fines de semana, y principalmente sobre libros. No es deliberado, pero es que no tengo tiempo de escribir mucho más. Esta semana he leído UML distilled, de Martin Fowler. Es un libro intencionadamente breve que describe lo fundamental de UML. He leido ya unos cuantos libros sobre UML, cualquiera de ellos mucho más agradable que la especificación en crudo. El de Fowler se concentra en los tipos de diagramas más útiles, pero en su afán por ser breve, hay muchas cosas que sólo menciona de pasada. Lo más interesante del libro son las valoraciones que Fowler hace de los diagramas que va describiendo, y las ideas que propone para, saltándose el estándar, mejorar la expresividad de los diagramas. Como en los últimos meses llevo muchos libros técnicos seguidos, últimamente también leí "El fin de la Eternidad" de Isaac Asimov, escrito en 1955. La trama va de menos a más, y me dejó un gran sabor de boca. Asimov en estado puro. La temática aborda los viajes en el tiempo, y las paradojas (y círculos) que de ellos se derivan. Aparecen los cambios en el curso de la Historia, y las Realidades alternativas. Algo así como Regreso al Futuro II, pero mucho más complejo. El viernes me acerqué a la install-party en la EUITIO. El resultado de la party fue muy bueno, porque de allí salieron un buen puñado de nuevas Debian instaladas. Y menos mal que al menos había acuerdo sobre la distribución a instalar, porque durante la party aparecieron algunas diferencias entre los organizadores (por ejemplo, a la hora de elegir el número de particiones o el gestor de arranque a instalar). El ambiente fue muy bueno. Resulta curioso que uno de los coordinadores de la party fue, a su vez, uno de los asistentes a la party que se celebró en el mismo sitio cuatro años antes. Por cierto, que resulta curioso ver cómo hemos cambiado en los últimos cuatro fisio-años. Para terminar por hoy, dejo una simpática foto (fuente: La Voz de Asturias) de la visita de Woody Allen a Oviedo, donde este gigante dio una muestra más de su ingenio al decir, cuando se encontró con la estatua, que le habían entrado ganas de llevarle flores.